Sin saber por
qué, sin entender nada, como después de una caída vertiginosa e inesperada, veo
que todo se desmoronó a nuestro alrededor. Construimos un castillo lleno de
amor, comprensión, amistad. Los cimientos se resquebrajaron y se lo tragó la
tierra. ¿O sigue ahí?. ¿Sigue en pie?. Los días de niebla me parece ver el
infinito vacío entre las nubes pero otros días, otros días de sol el castillo
se yergue ante mí monumental, colosal. Pero lejos, siempre lejos. Si extiendo
la mano, si cierro los ojos, parece que pudiera tocarlo. Pero no…falta más, más…cada
día un poco menos, un poco más. Me lo imagino por dentro y lo veo vivo, rico,
cálido, con miles de voces, sonidos, cánticos. Lleno de colores. Lleno de amor. Cuando la
neblina acecha de nuevo mi alma oigo el eco de mis pasos en él, doy vueltas,
giro, ¡giro!, me revuelvo atónita…y abandono.
Hay dos
verdades, dos universos, dos opciones. Siempre hay, al menos, una alternativa.
Aquella que elijamos marcará nuestro camino, como aquellos libros donde elegías
la historia: “Si decide joder su vida vaya a la página 31”. “Si cree que puede
enmendar el error, corra, deje de hacer el estúpido y regrese a la página
donde aún no había jodido su vida. ¡Aprisa!”.
Sencillo. Siempre había opción. ¡¿Cómo en la
vida misma?! .Quién sabe…
…siga leyendo.